¿Cómo vivir la Semana Santa?

Una vez finalizada la Cuaresma, en la Semana Santa conmemoramos la crucifixión, muerte y resurrección del Señor. Toda la historia de la salvación gira en torno a estos días santos. Son días para acompañar a Jesús con oración y penitencia. Todo encaminado a la Pascua donde Cristo con su resurrección nos confirma que ha vencido a la muerte y que su corazón anhela gozar del hombre por toda la eternidad. Repasamos en este artículo cómo vivir la Semana Santa.

Para vivir bien la Semana Santa tenemos que poner a Dios en en el centro de nuestra vida, acompañándole en cada una de las celebraciones propias de este tiempo litúrgico que comienza con el Domingo de Ramos y termina con el Domingo de Pascua.

El Domingo de Ramos

“Este umbral de la Semana Santa, tan próximo ya el momento en el que se consumó sobre el Calvario la Redención de la humanidad entera, me parece un tiempo particularmente apropiado para que tú y yo consideremos por qué caminos nos ha salvado Jesús Señor Nuestro; para que contemplemos ese amor suyo —verdaderamente inefable— a unas pobres criaturas, formadas con barro de la tierra.” - Cómo vivir la Semana Santa. San Josemaría, Amigos de Dios, n. 110.

El Domingo de Ramos recordamos la entrada triunfal de Jesús a Jerusalén en la que todo el pueblo lo alaba como rey con cantos y palmas. Los ramos nos hacen recordar la alianza entre Dios y su pueblo, confirmada en Cristo.

En la liturgia de este día leemos estas palabras de profunda alegría: "los hijos de los hebreos, llevando ramos de olivo salieron al encuentro del Señor, clamando y diciendo: Gloria en las alturas".

El Jueves Santo

“Nuestro Señor Jesucristo, como si aún no fueran suficientes todas las otras pruebas de su misericordia, instituye la Eucaristía para que podamos tenerle siempre cerca y –en lo que nos es posible entender– porque, movido por su amor, quien no necesita nada, no quiere prescindir de nosotros. La Trinidad se ha enamorado del hombre.” Cómo vivir la Semana Santa - San Josemaría, Es Cristo que pasa, n. 84.

El Triduo Pascual comienza con la Santa Misa de la Cena del Señor. El hilo conductor de toda la celebración es el Misterio pascual de Cristo. La cena en la que Jesús, antes de entregarse a la muerte, confió a la Iglesia el testamento de su amor e instituyó la Eucaristía y el sacerdocio.  Al terminar, Jesús se fue a orar al Huerto de los Olivos donde después fue prendido.

Por la mañana, los obispos se reúnen con los sacerdotes de sus diócesis y bendicen los santos óleos. El lavatorio de los pies tiene lugar durante la Misa de Cena del Señor.

El Viernes Santo

“Al admirar y al amar de veras la Humanidad Santísima de Jesús, descubriremos una a una sus llagas (...). Necesitaremos meternos dentro de cada una de aquellas santísimas heridas: para purificarnos, para gozarnos con esa sangre redentora, para fortalecernos. Acudiremos como las palomas que, al decir de la Escritura, se cobijan en los agujeros de las rocas a la hora de la tempestad. Nos ocultamos en ese refugio, para hallar la intimidad de Cristo.” Cómo vivir la Semana Santa - San Josemaría, Amigos de Dios, n. 302.

El Viernes Santo llegamos al momento culminante del Amor, un Amor que quiere abrazar a todos, sin excluir a nadie, con una entrega absoluta. Ese día acompañamos a Cristo recordando la Pasión: desde la agonía de Jesús en el Huerto de los Olivos hasta la flagelación, la coronación de espinas y la muerte en la Cruz. Lo conmemoramos con un Vía Crucis solemne y con la ceremonia de la Adoración de la Cruz.

La liturgia nos enseña cómo vivir la Semana Santa el Viernes Santo. Comienza con la postración de los sacerdotes, en lugar del acostumbrado beso inicial. Es un gesto de especial veneración al altar, que se halla desnudo, exento de todo, evocando al Crucificado en la hora de la Pasión. Rompe el silencio una tierna oración en la que el sacerdote apela a la misericordia de Dios: “Reminiscere miserationum tuarum, Domine”, y pide al Padre la protección eterna que el Hijo nos ha ganado con su sangre.

El Sábado Santo y la Vigilia Pascual

“Se ha cumplido la obra de nuestra Redención. Ya somos hijos de Dios, porque Jesús ha muerto por nosotros y su muerte nos ha rescatado". Cómo vivir la Semana Santa - San Josemaría, Via Crucis, XIV estación.

¿Cómo vivir la Semana Santa el Sábado Santo? Es un día de silencio en la Iglesia: Cristo yace en el sepulcro y la Iglesia medita, admirada, lo que ha hecho por nosotros el Señor. Sin embargo, no es una jornada triste. El Señor ha vencido al demonio y al pecado, y dentro de pocas horas vencerá también a la muerte con su gloriosa Resurrección. “Dentro de un poco ya no me veréis, y dentro de otro poco me volveréis a ver” Jn 16, 16. Así decía el Señor a los Apóstoles en la víspera de su Pasión. Este día, el amor no duda, como María, guarda silencio y espera. El amor espera confiado en la palabra del Señor hasta que Cristo resucite resplandeciente el día de Pascua.

La celebración de la Vigilia Pascual en la noche del Sábado Santo es la más importante de todas las celebraciones de la Semana Santa, porque conmemora la Resurrección de Jesucristo. El paso de las tinieblas a la luz se expresa con diferentes elementos: el fuego, el cirio, el agua, el incienso, la música y las campanas.

La luz del cirio es signo de Cristo, luz del mundo, que irradia y lo inunda todo. El fuego es el Espíritu Santo, encendido por Cristo en los corazones de los fieles. El agua significa el paso hacia la vida nueva en Cristo, fuente de vida. El aleluya pascual es el himno de la peregrinación hacia la Jerusalén del cielo. El pan y del vino de la Eucaristía son prenda del banquete celestial.

Mientras participamos en la Vigilia pascual reconocemos que el tiempo es un tiempo nuevo, abierto al hoy definitivo de Cristo glorioso. Este es el día nuevo que ha inaugurado el Señor, el día “que no conoce ocaso” (Misal Romano, Vigilia Pascual, Pregón Pascual).

Domingo de Resurrección

“El tiempo pascual es tiempo de alegría, de una alegría que no se limita a esa época del año litúrgico, sino que se asienta en todo momento en el corazón del cristiano. Porque Cristo vive: Cristo no es una figura que pasó, que existió en un tiempo y que se fue, dejándonos un recuerdo y un ejemplo maravillosos”. Cómo vivir la Semana Santa - San Josemaría, Homilía Cristo presente en los cristianos.

Este es el día más importante y más alegre para los católicos, Jesús ha vencido a la muerte y nos ha dado la Vida. Cristo nos da la oportunidad de salvarnos, de entrar al Cielo y vivir en compañía de Dios. La Pascua es el paso de la muerte a la vida. El Domingo de Resurrección marca el final del Triduo Pascual y de la Semana Santa e inaugura el periodo litúrgico de 50 días llamado Tiempo de Pascua, que finaliza con el Domingo de Pentecostés.

¿Cómo vivir la Semana Santa? Pidamos a Dios que esta semana que está a punto de comenzar nos llene de esperanzas renovadas y fe inquebrantable. Que nos transforme en mensajeros de Dios para proclamar un año más que Cristo, el Divino Redentor, se entrega por su pueblo en una cruz por amor.

Cómo vivir la Semana Santa según el papa Francisco

«Vivir la Semana Santa es entrar cada vez más en la lógica de Dios, en la lógica de la Cruz, que no es en primer lugar la del dolor y la muerte, sino la del amor y la de la entrega de sí mismo que da vida. Es entrar en la lógica del Evangelio».

Papa Francisco, 27 de marzo de 2013.

«Si reconocemos sus heridas, los jóvenes se acercarán a Dios»

Porque Filipinas, que siempre han sido el país de Asia con el mayor número de católicos, atraviesa un momento difícil: «Hoy en día es notable el dramático aumento en el número de adeptos a sectas, incluyendo a la masonería», afirma con un punto de tristeza. 

Filipinas, el país de Asía con más católicos

Carlo Emmanuel, el mayor de tres hermanos (una chica y un chico) recuerda que la evangelización en Filipinas nunca ha sido fácil desde los primeros días del cristianismo. De hecho, los primeros cristianos filipinos fueron perseguidos y sacrificaron sus vidas por su fe. Sin embargo, a pesar de los desafíos y dificultades de la evangelización, «un destello de esperanza brilla sutilmente a través de las obras silenciosas de pastores dedicados en cada parroquia, al menos en mi diócesis», expresa con emoción.

Para este joven seminarista es posible dar testimonio de la fe y evangelizar a través del buen ejemplo al ejercer y profesar nuestra fe. «El Señor nos permite hacer el bien y colaborar con Él, haciendo el bien a los demás. Nos otorga la gracia de levantarnos de cada caída causada por el pecado. Es hora de ser una Iglesia inclusiva, porque el Señor ha salvado a toda la humanidad». 

La importancia del buen ejemplo

Y el buen ejemplo y el testimonio es lo que buscan los jóvenes del siglo XXI y en concreto los de Filipinas. Porque para Carlo, «la juventud filipina siempre busca integridad. Ansían buenos ejemplos de fe inquebrantable. Se dejan persuadir por palabras hermosas que se manifiestan en acción. Si los adultos pierden esta integridad y confían únicamente en palabras vacías o endulzadas, los jóvenes no creerán. Además, necesitan compañía. Acompañar a los jóvenes siempre ha sido el camino correcto para comprenderlos genuinamente».

Escuchar las heridas de los jóvenes

Carlo Emmanuel conoce bien a la juventud de Filipinas. Y por ello, lanza unas claves muy bonitas para acercar a los jóvenes a Dios que valen para todos:

«Hablo como parte de la juventud, porque he sido testigo de numerosas heridas que arrastran los jóvenes derivadas de problemas familiares, de la escuela o debido a incomprensiones de sus amigos.  Esto no es solo un problema exclusivo de la juventud filipina, sino que afecta a la juventud en general de todo el mundo».

La vocación, un regalo de Dios

Desde su experiencia, Carlo cuenta que su vocación sacerdotal fue madurando gracias a un buen pastor que le acompañó en su camino. «Para mí, es un regalo de Dios. Cada día es una oportunidad para hacer las cosas bien, ser fiel en la oración, el estudio y en la convivencia con los demás».

Pero en sus años de juventud, ni siquiera imaginó esta opción en su vida. A pesar de que consideraba a su familia como religiosa, entrar en la iglesia cada domingo era para él una lucha semanal. Su sueño de la infancia era ser maestro, ya que siempre admiró a sus maestros desde sus días en el kindergarten. «Tenían algo especial que hacía que el aprendizaje fuera interesante, una especie de arte que nos atraía a escuchar. Para mí, educar es la profesión más noble de todas».

Una publicación en Facebook

En el verano de 2014, su mejor amigo de la escuela secundaria le invitó a unirse al grupo de monaguillos. «Un año siendo monaguillo fue una experiencia interesante. Aprendí mucho sobre liturgia, disciplina, devoción, amistad, humidad y obediencia».

Después de ese año, vio un post en Facebook publicado por el seminario de la diócesis que anunciaba un programa de búsqueda para que los jóvenes vieran y experimentarán la vida en el seminario. Él lo ignoró, pero a su párroco se le encendió una luz. «Me preguntó si estaba interesado en unirme al programa. Le dije que no. Sin embargo, repitió y me animó diciendo que no estaría solo porque otros cuatro compañeros de la parroquia también se unirían. Los otros tres eran mis colegas en el ministerio. Así que me convenció y empecé el programa».

«El día más feliz de mi vida»

Ese año estaba en décimo grado y sus padres le preguntaron sobre los estudios universitarios. Pero su mente ya estaba en el seminario. Cuando llegó el momento de matricularse en la universidad, les dijo a sus padres que quería ingresar en el seminario.

«Rechazaron mi deseo. Entonces, le conté mi lucha a mi párroco. Me dijo que rezara y que no me preocupara. Al final, me permitieron entrar en el seminario durante un año. Teníamos un acuerdo. Después de un año dentro del seminario, me dijeron que lo dejara y que estudiara otro curso. Pero mi primer año en el seminario fue el día más feliz de mi vida. Esto fue en el año 2016, tenía 16 años», recuerda.

La conversión de su familia

Finalmente, sus padres aceptaron la vocación a la que había sido llamado. Ahora, expresa con felicidad que su vocación sacerdotal está purificando la vocación de sus padres a la vida matrimonial y la familia se ha unido mucho más.

«Poco a poco, noté la conversión de la familia. Cada vez que iba a casa para el fin de semana familiar, rezábamos el rosario después de cenar. Creo que, por la gracia de Dios a través de las buenas obras en cada vocación, ayuda a la mejora de la persona y a la cura cada herida del pasado».

Oración y acompañamiento

La conversión de su familia junto a la maduración de su vocación no habrían sido posibles sin la oración y el acompañamiento. 

Carlo Emmanuel dy Cabristante desea terminar su testimonio con una petición: rezar por la paz mundial. «Vivimos en un mundo contemporáneo donde la fe a menudo parece carecer de sentido; los actos de sacrificio parecen sin sentido. Sin embargo, con la ayuda de Dios, a través de Su infinita misericordia y gracia, viajamos junto a aquellos que sufren mucho debido a la guerra, a través de oraciones y actos de caridad. Podríamos encontrarnos en su situación, pero solo a través de la fe en Jesucristo podemos soportar cada circunstancia y ser salvados por Él».


Marta Santín, periodista especializada en información religiosa.

«Roma es la ciudad eterna no porque nunca muera, sino porque te eterniza»

Francisco Eusebio Vinumo, angoleño en Roma, ve con asombro a la ciudad eterna como un sueño inimaginable. Porque para él resulta así: «Es una ciudad con una historia cristiana de siglos. Estar aquí es tocar las raíces de nuestros antepasados, nuestros patriarcas en el cristianismo, convivir y socializar con santos, mártires, papas, y con todos aquellos que han dejado su huella en la historia del cristianismo. Estar aquí es una experiencia incomparable, porque te maravillas con todo lo que ves; tocas cosas transmitidas por los apóstoles y los santos... En definitiva, estar en Roma es experimentar la universalidad de la Iglesia».  

Una familia de seis hermanos

Pero hasta llegar a Roma, Francisco Eusebio pasó por distintas pruebas y elecciones. Creció feliz en una familia numerosa. Es el más pequeño de seis hermanos, de una familia bien protegida y cuidada por su madre, María Teresa de Jesús, que inculcó a sus hijos el amor al Señor. 

Francisco-Eusebio-Vinumo-Seminarista

Su vida transcurrió con normalidad. Y por eso explica que su vocación no tuvo nada de extraordinario, «como las vocaciones bíblicas de Moisés, Abraham, Isaías, Jeremías, Samuel y las de algunos sacerdotes y monjas, que tenían una especie de toque mágico». Sin embargo, quizás ese 'toque mágico' del que habla Francisco se lo dio su querida madre a lo largo de una vida corriente y cotidiana. 

María Teresa, la madre africana que educa y cuida

María Teresa, como madre africana que acoge, educa y cuida, animó a sus seis hijos (tres varones y tres mujeres, y una séptima en el cielo) a participar en las actividades religiosas, como la catequesis y el rosario que en ocasiones rezaban en familia y, lo más importante, la asistencia a la Santa Misa.

Como familia disciplinada y tradicionalista de África, recibían algunos castigos, si no participaban en las actividades religiosas, algo que no es recomendable, pero que Francisco recuerda sin trauma, como algo «gracioso en la vida cristiana de nuestra familia, gracioso por lo inusual, pero que fue muy significativo para nuestra formación religiosa». 

Por lo tanto, ir a Misa y a la catequesis era una obligación para los niños y, si no participaban, les castigaban sin una comida y lavar todos los platos. Y como su relato seguramente extrañará, Francisco matiza con una sonrisa: «El amor de una madre es tan grande que, a los castigados, al final siempre guardaba algo de comida para nosotros, aunque no fuera una comida completa».

Castigo pedagógico

Francisco insiste en que este tipo de castigos, por poco recomendables que parezcan, tanto él como sus hermanos los recuerdan con nostalgia y gratitud, porque, así como Dios corrige a sus hijos con amor, este castigo fue pedagógico, porque nuestra madre siempre quiso nuestro bien y quiso vernos en el buen camino. Y gracias a estos castigos comenzó mi aventura vocacional. 

Entre el castigo pedagógico y la asistencia a Misa, un interés despertó en él: observar con atención al sacerdote. «Su forma de celebrar me cautivaba, sobre todo cuando cantaba. En la inmensidad y diversidad con que Dios llama a la gente a su viña, yo en esos momentos me sentí llamado a servirle».

Su hermano seminarista

Otra figura no menos importante en el descubrimiento de su vocación fue su hermano, que por entonces ya era seminarista y ahora, sacerdote. Su testimonio influyó mucho en su elección. 

Así comenzó a asistir al grupo de vocaciones de su parroquia, dirigido por las Hermanas del Santísimo Salvador, y luego se unió al grupo de monaguillos.

Sin embargo, el proceso de ingreso en el seminario no fue fácil. En primer lugar, el párroco tenía que hacer una elección, porque el número de monaguillos y de vocaciones es mayor que el de vacantes. Afortunadamente, él fue uno de los elegidos. Pero la batalla aún no había terminado, ya que tenía que pasar por otra prueba de admisión en el seminario menor. Una vez más, el número de solicitantes era enorme. Como se suele decir: «cuando Dios te llama, insiste hasta que lo consigas»

Después de la prueba, unos días más tarde, descubrió con entusiasmo que él era uno de los admitidos. Así, a los 14 años, en 2011, entré en el seminario menor Nuestra Señora de la Misericordia, en la archidiócesis de Huambo.

Desafíos y dificultades

Como en todo camino, ha habido dificultades y desafíos en su trayectoria seminarística, pero hoy se siente cada vez más maduro en su vocación sacerdotal. 

«En los seminarios en los que he estado, tanto en Angola como aquí en Roma, en el seminario Sedes Sapientiae, todo ha confluido para que mi fe, mi amor a Dios, a la Virgen María y mi perseverancia en la vocación crecieran y se hicieran cada vez más fuertes», expresa con entusiasmo.

Su experiencia en Roma

Y de África a Roma que, como relataba al principio, su estancia en la ciudad del Tíber le está causando tal asombro que no tiene palabras para describirlo. O quizás sí: una experiencia «única, singular, irrepetible y enriquecedora». 

Porque para él, entrar en contacto con una realidad distinta a la que estaba acostumbrado siempre enriquece, sobre todo, cuando se trata de una nueva cultura y un modus vivendi totalmente diferente. 

«Estoy viviendo esta apasionante realidad porque estar en Roma, la capital de la cristiandad, es una ocasión y una oportunidad únicas. No sólo entras en contacto con una nueva cultura, sino con una variedad de culturas, conociendo a gente de todo el mundo. Esto se vive en la convivencia del seminario y en la universidad, pero también en el entorno de la ciudad de Roma y de Italia, donde nos relacionamos con el mundo», relata este joven angoleño.

La sensación de la catolicidad

Dentro de la variedad de personas de distintos países y culturas, para Francisco hay algo que las une: el cristianismo, y especialmente el catolicismo. 

«Esta experiencia te hace ver y vivir realmente la naturaleza de la frase 'Una, Santa, Católica y Apostólica' de la Iglesia, y así estar unido en la diversidad. Vivir en Roma es un aprendizaje continuo, una riqueza única e irrepetible, y la estoy saboreando. Realmente veo la belleza de la Iglesia en su universalidad. Me atrevo a decir que Roma es la ciudad eterna, no porque nunca muera, sino porque te eterniza».

Gratitud

Y por esa experiencia tan maravillosa que está viviendo en su querida Roma, en el Seminario Internacional Sedes Sapientiae y en la Universidad Pontificia de la Santa Cruz, quiere concluir con un agradecimiento sincero y de corazón: 
«Hoy, ya como diácono, lo único que tengo que decir es: ¡gracias, gracias, gratias tibi Domini, y gracias a los benefactores de la Fundación CARF por darme la inmensa oportunidad de formarme como seminarista y sacerdote en la Ciudad Eterna de Roma!».


Gerardo Ferrara
Licenciado en Historia y en Ciencias Políticas, especializado en Oriente Medio.
Responsable de alumnado en la Universidad Pontificia de la Santa Cruz de Roma.

Xiaolong, Felipe, Wang: «Cumplo el sueño de Dios»

Ya tiene 24 años y, desde niño, Dios le hizo ver su vocación al sacerdocio. El 19 de marzo, día de san José, recibió la admisión a las sagradas órdenes menores en Bidasoa.

«Queda mucho que hacer por Dios y por China»

Procede de un pueblo situado al norte de China (Liuhe) con un porcentaje muy alto de cristianos. En esa zona la situación para los católicos es fácil, porque en otros lugares del país, como en el sur, donde todavía hay muchas cosas que mejorar para la práctica de la religión católica y de los que creen en Dios, a pesar del acercamiento entre el Vaticano y el Gobierno de la República Popular China.  

«En China los católicos hemos sufrido mucho. En estos últimos años la relación va mejorando, pero queda mucho por hacer. El papa Francisco está propiciando un mayor acercamiento, pero el Gobierno chino pone sus pegas. Algunas diócesis del sur de China no tienen obispo y hay muy pocos sacerdotes. Y todavía existen prohibiciones», comenta Felipe.

Los católicos en China constituyen el 0,46 % de la población, los protestantes el 2,06 %, los musulmanes el 0,50 % y los budistas el 8,96 %. Los bautizados oscilan cada año entre 40.000 y 50.000 fieles; 48 diáconos fueron ordenados sacerdotes en 2019. Existe un total de 78 obispos en actividad, 4.950 sacerdotes, 12 seminarios, 470 seminaristas, 4.360 religiosas y unas 6.000 iglesias y capillas.

Educado en la fe católica

Xialong Wang Felipe Seminarista Chino FundacionCARF Ordenacion

Xialong Felipe ha tenido la gran suerte de pertenecer a una archidiócesis con un gran número de católicos: más de 50.000. No obstante, es consciente de que, para evangelizar a Dios, antes hay que interiorizar las costumbres de la cultura de China, de las tradiciones particulares de cada provincia y sortear las peculiaridades de la actual China comunista. 

Tanto él como sus dos hermanos fueron educados en la fe católica. A los seis años, ya percibió en su interior su vocación: «Recuerdo un día que asistí a Misa con mi mamá. Tenía seis años. Me sentí con mucha paz interior, y desde aquel día quise ser sacerdote. ¡Siempre ha sido el sueño de Dios y el mío!».

Un año más tarde, antes de cumplir los ocho años, comenzó a servir en el altar ayudando al cura de su parroquia.

La primera Misa de un sacerdote joven

Sin embargo, en la adolescencia empezó a plantearse otra forma de vida como el ser profesor de música, una pasión que le encanta. Pero esta incertidumbre le duró poco tiempo. Otro hecho le marcó para siempre en su vocación: «Asistí y ayudé como acólito en la primera Misa de un sacerdote joven en la parroquia de mi pueblo. Aquello me impactó. Entonces me di cuenta de que tenía que continuar con mi sueño, y entré en el seminario menor a los 16 años».

La evangelización en China

En su opinión, la llave de la evangelización en China es el buen ejemplo de los sacerdotes. «Lo primero la oración a Dios. Después, el ejemplo de los presbíteros, acompañar a los fieles y apoyarles. También la adoración ante el Santísimo y el santo Rosario son dos prácticas imprescindibles para conseguir la conversión de mi país». 

Xialong Wang Felipe Seminarista Chino FundacionCARF Comunion

Felipe admira enormemente a los mártires que han sembrado la semilla de la evangelización en China. «Sé que ser sacerdote en China es muy difícil, pero no tengo miedo. Dios me dará la Gracia y el Espíritu Santo guiará a los fieles de mi país», expresa Wang que, enviado por su obispo, se prepara para ser un buen sacerdote en las Facultades de Estudios Eclesiásticos de la Universidad de Navarra, donde recibe una formación integral.

Su experiencia en España

Reconoce que el primer año en España fue duro sin saber absolutamente nada de español. Pero, gracias a los formadores y al rector, junto con los compañeros y los profesores, el idioma ya no es un obstáculo. 

«La formación de Bidasoa es muy buena y la liturgia es impresionante. Ahora soy el organista del seminario y estoy muy contento». También está disfrutando de los viajes por España: Torreciudad, Almería, Zaragoza, la Javierada… «Recen por mí como yo lo hago por todos los benefactores de la Fundación CARF, para que Dios, el Señor, siga suscitando más vocaciones a la vida sacerdotal, sobre todo en China».


Marta Santín, periodista especializada en información religiosa.

Hermana Roberta Sofía: de la Iglesia ortodoxa a la católica

Se confesó por primera vez a los 21 años en Medjugorje, una peregrinación a la que no quería acudir, pero que no pudo resistirse. Éste es su testimonio contado en primera persona.

Entre Grecia e Italia

Es un placer contar mi historia a los benefactores de la Fundación CARF, a quienes doy las gracias también en nombre de la Comunidad Mariana Oasis de Paz, a la que pertenezco y en cuya casa general vivo actualmente, al norte de Roma. 

Mi historia podría definirse como algo particular, aunque todas son particulares a los ojos de Dios. Nací y crecí en la Iglesia ortodoxa y mi origen se resume en mi nombre. Roberta, el nombre de bautismo que representa la parte latina de mis raíces que proviene de mi padre, un italiano de la provincia de Roma y Sofía, recibido en el momento de mi primera profesión religiosa, de origen griego, ya que mi madre es de Atenas. 

Esta es la gran riqueza que siempre me ha acompañado y que también da color a la llamada específica que vivo en el carisma particular suscitado por el Espíritu dentro de mi comunidad.

Bautizada en la Iglesia ortodoxa

Fui bautizada por decisión de mis padres en la Iglesia ortodoxa, al igual que mi hermano menor, y, por esta razón según el rito bizantino, recibí el bautismo, la comunión y la confirmación al mismo tiempo, con sólo seis meses. Esto significa que no tuve un camino común a los bautizados de la Iglesia católica, donde se hace un itinerario catequético de preparación a la vida cristiana y a los sacramentos

De joven, la fe y la religión eran algo lejano en mí, tibio. Sin embargo, la clase de religión en la escuela me gustaba y la fe de mi madre me alentaba. No rechazaba a Dios, pero no cultivaba una relación cercana con Él. Solíamos ir a Misa convencionalmente en Navidad y Pascua. De hecho, mi familia no era practicante.

«Mi madre, ortodoxa, volvió a descubrir la fe gracias a grupos católicos»

Mi madre, que vino a estudiar medicina a Italia cuando era joven y conoció a mi padre en este país, volvió a redescubrir la fe alrededor de los 40 años, gracias a unos amigos con quienes frecuentaba grupos de oración y movimientos católicos, así como a la comunidad a la cual hoy pertenezco. 

Sin embargo, le producía dolor, malestar y muchas dudas, la conciencia de división entre los cristianos. Creo que el Señor estaba preparando el camino para un plan mayor dentro de mi familia 'ecuménica'. Este tiempo de tibieza fue importante para suscitar preguntas que yo llevaba en el corazón y escuchar en mi interior un vacío que habla.

«A los 21 años no era feliz, cuando la vida debería estar llena de ​​alegría»

En aquella época, antes de descubrir mi vocación, yo era una joven que, después de graduarse en la escuela secundaria, se preguntaba sobre su futuro; cómo vivir mejor su vida, que sentía que debía dedicarme de alguna manera a los demás. Me matriculé en la facultad de Ingeniería Electrónica. Todo me gustaba y me fascinaba, pero al no tener claro aún mi camino, me orienté hacia donde sabía que tenía una gran oportunidad laboral, ya que mi padre trabajaba en este sector. 

Sin embargo, no me sentía feliz a los 21 años, cuando la vida es todo avance y debe estar llena de fuerza y ​​alegría. No estaba en mi lugar, en el camino correcto, y sentía fuertemente que algo profundo faltaba en mi vida: estaba buscando el significado de mi existencia en el mundo.

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«Roberta, cuando Nuestra Señora llama, ella llama»

Precisamente en este período difícil y perdido, el Señor vino a mi encuentro. En un caluroso verano de 2007, mientras planeaba vacaciones y conciertos con amigos, mi madre quiso hacerme un regalo por mi cumpleaños: un viaje a Medjugorje para el festival juvenil que siempre tiene lugar en la primera semana de agosto. ¡Imagínense mi trastorno ante semejante propuesta! 

No tenía ni idea de qué se trataba ni deseos ni motivos para ir. Entre otras cosas, estaba en lista de espera, porque las plazas estaban llenas y las posibilidades de que yo fuera eran muy inciertas. Pero la fe de mi madre fue mayor, que siempre quiso transmitir la fe a sus hijos y se encomendó a la Virgen, ¡quien no dudó en llamarme! 

A pesar de que estaba en lista de espera, justo el día antes de la salida de este viaje, recibí una llamada telefónica de un sacerdote de la Comunidad Mariana Oasis de Paz que estaba organizando la peregrinación. 

No tenía ni la menor idea de quién era aquel sacerdote, pero tan pronto como me anunció que quedaba una plaza disponible, le expliqué todas mis objeciones: otros planes de verano me estaban esperando. La respuesta del cura fue lapidaria y me traspasó el corazón: ¡Roberta! ¡Cuando Nuestra Señora llama, ella llama! Así que puedes dejarlo todo y venirte a Medjugorje ahora.

Una claridad sorprendente

Podría haberle dicho que también podía posponer esta peregrinación para una ocasión futura, porque lo que yo deseaba era ir al concierto. Instintivamente le respondí un rápido lo pensaré, y colgué al paciente sacerdote. 

¡La ventana que dejé abierta en esa respuesta fue la rendija en la que se coló la gracia de Dios! Me encerré en mi habitación con la cabeza entre las piernas y me di la oportunidad de pensar qué hacer. En ese instante percibí internamente con una claridad sorprendente, como nunca antes, que debía emprender este viaje. Tal cosa no podría haberme sucedido, ya que no estaba en absoluto predispuesta a esta experiencia y mucho menos sabiendo qué lugar era, qué estaba pasando allí y sin ninguna experiencia de oración o fe cultivada. 

Mi madre no quiso decirme nada para no influenciarme, yo era como una hoja en blanco frente a lo desconocido en la que Dios ya estaba escribiendo su plan de amor y salvación. Entonces llamé a ese sacerdote y le dije: «Está bien, iré con vosotros», sin saber el valor que tendría después una declaración tan inocente. Y emprendí el viaje más importante de mi vida. En ese lugar experimenté todo el asombro de tantos jóvenes que oraban con fe y alegría, descubrí todo el Amor de Dios que me esperaba a través de la Virgen y de su infinito corazón maternal.

Mi primera confesión

Poco a poco mi alma se fue abriendo al misterio de la vida cotidiana de la comunión compartida en aquellos lugares tan sencillos, donde miles de personas regresan convertidas y transfiguradas por un encuentro auténtico. María estaba tan viva y presente en Medjugorje que no podría describirla, pero la percibí acogiéndola como una niña que comienza a gatear para estar frente a una nueva vida teñida de significado, paz, alegría, gratitud. Me sentí tan libre y amada por un Dios Padre que no podía esperar a que su hija volviera a su corazón. 

En este pueblo milagroso de Bosnia-Herzegovina, y con 21 años, realicé la primera confesión de mi vida. Fue un momento de gran gracia, ni siquiera sabía qué hacer, pero fue una oportunidad que sentí que debía aprovechar acercándome con un poco de miedo.

El sacerdote me miró fijamente y, al enterarse de que nunca me había confesado, me preguntó si conocía a Jesús y si deseaba hacerlo. Dije que sí con todo mi corazón y simplemente lloré durante toda la confesión mientras sentía que los cielos se abrían sobre mí y el Espíritu descendía como una cascada de agua fresca.

El comienzo de una conversión muy fuerte

Regresé completamente transfigurada de ese viaje. Fue el comienzo de una conversión muy fuerte. Mi vida después de este profundo encuentro con Jesús cambió radicalmente, en mis elecciones y en mi corazón. Encontré un nuevo impulso y vigor también para mi futuro al decidir matricularme en la Facultad de Arquitectura de la Universidad La Sapienza de Roma, donde luego obtuve una maestría. 

Mientras tanto, mi amor a Dios y a María crecía, tenía sed de conocerlos y comencé a frecuentar la comunidad, aprendiendo a orar, a adorar al Señor, a disfrutar de su amistad. Todo volvió a florecer mientras mi familia observaba con asombro este cambio. Continué viviendo mi juventud entre estudio, amigos, oración. Agradecía cada día al Señor por el don de la fe y el encuentro vivo con Él. 

Sin embargo, algo más conmovía mi corazón, atraído cada vez más por este Amor. Me sentí profundamente cortejada por el Señor pero en mi racionalidad traté de mantener los pies en la tierra pensando que eran efectos de esta gran conversión.

Entre Oriente y Occidente

Fue en aquella época que comencé nuevamente a frecuentar a la Iglesia ortodoxa para aprender y profundizar mis orígenes confesionales, mientras que, al mismo tiempo, la Iglesia católica me había adoptado y crecí en la fe. Se estaba preparando una semilla de vocación, sentía en mi corazón que pertenecía enteramente a Dios, pero esto al mismo tiempo me asustaba. Era una petición que percibía como demasiado grande y exigente. Yo era ortodoxa, el Señor no podía pedirme tanto, pensé. Luché esperando que con el tiempo todo pasara, pero pasaron los años y este tormento creció en mi corazón.

Decidí entonces confiar y abrir mi corazón para ser acompañada en el discernimiento que requería para mí una doble escucha. Este largo camino que emprendí me llevó primero a abrazar la fe católica, y posteriormente a interrogarme sobre mi vocación específica. 

Al principio no fue fácil, especialmente para mi familia, pero la gracia de Dios fue más abundante y me apoyó en muchas tormentas. Estuve bajo el manto de María que me ayudó a dejar que mi corazón fuera pacificado por Cristo, a dejar sanar mis heridas, a prepararme para madurar mi sí. Mi lugar era con Ella para colaborar en su misión de paz en muchos corazones, para tender puentes de unidad y diálogo.

 La Comunidad Mariana Oasis de Paz

La comunidad de la que hoy formo parte es una realidad internacional, mixta y contemplativa pero abierta a la acogida, de hermanos y hermanas célibes internos y de sacerdotes consagrados y de familias agregadas y seculares que comparten el carisma específico, viviéndolo en su propio estado de vida donde ellos lo encuentran. Hacemos un cuarto voto, el de ser paz, que define nuestro carisma, es decir, conformar a Cristo nuestra Paz e irradiar el don de la Paz en la Iglesia y en la humanidad a través de una vida de intercesión. Con una acogida y humilde ofrecimiento, según una espiritualidad propiamente eucarística y mariana, ya que María es la Madre de nuestra comunidad. De ella aprendemos la profundidad de la oración en el Espíritu para vivir sus actitudes. Este es el lugar que Dios preparó para vivir mi esponsalidad con Él y el don de mí misma.

Ser paz

El camino de pacificación y de unificación que sigo viviendo aún hoy, con la ayuda de la gracia, es el que queremos compartir con muchos corazones que experimentan la falta de paz por el alejamiento de Dios, que tienen sed de Él, que necesitan redescubrirlo al igual que en una clínica de cardiología donde el primer desafío de la paz es el de la renovación interior. 

Para mí la paz es este camino interior de gracia para compartir con muchas almas para ser conducidas de regreso a Cristo, a través de María, pero también tiene sabor a unidad, comunión, diálogo para derribar todo muro de división según el deseo del corazón de Cristo, ¡que todos sean uno para que el mundo crea! Llevo este legado de vida a la comunidad que se inserta en nuestro carisma con el deseo de desarrollar esta sensibilidad ecuménica.

En la Universidad Pontificia de la Santa Cruz

Por voluntad de Dios, a pedido de mi Superior General, inicié mis estudios en el primer año de Filosofía en la Universidad Pontificia de la Santa Cruz, antes de continuar con los estudios de Teología, con gran gratitud a los benefactores de la Fundación CARF, por esta oportunidad de crecimiento y formación, que es un gran regalo para mí y para quienes el Señor colocará en mi camino. Dejándome abrir los horizontes de mi corazón y de mi mente, sigo dejándome guiar por María en el camino de la Paz y les recuerdo a todos ante Jesús y la Virgen.


Gerardo Ferrara
Licenciado en Historia y en Ciencias Políticas, especializado en Oriente Medio.
Responsable de alumnado en la Universidad Pontificia de la Santa Cruz de Roma.

Elias Baier: «La Virgen María me salvó de una vida virtual»

Su testimonio se dirige especialmente a los jóvenes: «Si eres joven y estás leyendo mi testimonio, puede ser un gran comienzo para ti, cuando tengas dificultades para rezar el rosario, reza simplemente tres Avemarías al día». 

A sus padres les debe la fe

Elias es el mayor de cuatro hermanos. Nació el 25 de abril de 2001 en Friedberg, Alemania, pero ha vivido siempre en Mering, una pequeña ciudad de Baviera. Sus padres crecieron en granjas de pequeños pueblos, en familias muy católicas, y a ellos les debe su fe. «Me gustaba la vida en familia, la vida sencilla, ir al colegio…  En la escuela me iba bastante bien, sobre todo en matemáticas, pero de todas formas no me gustaba nada estudiar», añade el religioso.

Su vida cambió con los scouts

Su vida dio un giro cuando empezó a formar parte de los Boy Scouts, pues «sin ellos, seguro que hoy no estaría en el seminario». 

elias braier boy scout

En las reuniones semanales con este grupo jugaban, recreaban obras de teatro, aprendían cosas interesantes, realizaban manualidades con madera y cuerda, etc. Pero la actividad estrella eran los campamentos de verano, dos semanas disfrutando de la naturaleza en alguna ciudad europea. «Cocinábamos en las hogueras y lo pasábamos muy bien. Siempre nos acompañaba un sacerdote, así que teníamos misa diaria, rosario y catecismo. Mis mejores amigos han sido los que conocí en los Scouts. Estaré eternamente agradecido por esos años, por todas las experiencias que me hicieron ser quien soy ahora», confiesa.

Elías Baier, encerrado en el mundo virtual

Cuando Elias Baier empezó el instituto, su vida dio otro giro y las cosas empeoraron. «Empecé a tener notas cada vez peores y al final ya no estudiaba nada en casa. Si al principio seguía devorando montones de libros, sobre todo de aventuras, ahora me pasaba el tiempo frente al ordenador. Esto me hizo cada vez más incapaz de tener buenas relaciones hasta que, a los 16 años, me sentía bastante solo, escondiéndome cada vez más en el mundo virtual», reconoce sin tapujos. 

Pero de nuevo, los Scouts le salvaron de esa pendiente peligrosa. Un viaje a Roma de dos semanas, disfrutar de las extensas colinas, las caminatas por la montaña hasta la ciudad (a pesar del calor) y vislumbrar el Vaticano, fueron el salvavidas que Baier necesitaba en ese momento. Allí se consagraron a la Virgen en la iglesia de Santa María la Mayor, la iglesia madre de todas las iglesias marianas. 

«En esta consagración prometimos intentar rezar al menos un misterio del rosario cada día. Realmente quería tomármelo en serio. Al final, la primera semana, después del campamento, ni siquiera recé un misterio al día... Quizá conozcáis esos buenos propósitos que se hacen durante los retiros, pero que al volver a casa fallas horriblemente. Quiero animaros, sobre todo a los jóvenes, a que lo intentéis de todas formas, porque mi historia no se acaba aquí», Elías comparte con la Fundación CARF.

Una gracia muy especial de la Virgen

Dos semanas después del campamento, la Virgen le concedió una gracia muy especial: fue capaz de rezar un rosario entero al día, ¡y por una chica que acababa de conocer! 

Piensa Elías Baier y nos pide pensar que «si eres joven y estás leyendo mi testimonio, puede ser un gran comienzo para ti. Cuando tengas dificultades para rezar el rosario, rezar simplemente tres avemarías al día por tu futura esposa o esposo (deja de leer por un instante y piensa en un momento apropiado de tu rutina diaria)». 

Volvamos a su historia de conversión. La Virgen se tomó muy en serio esta consagración y empezó a transformar toda su vida. En los meses siguientes nació un gran grupo de amigos, y, en aquel momento, era crucial para él, tener amigos católicos. «Estoy seguro de que sin ellos no estaría ahora en el seminario», insiste. 

Fue impresionante este cambio porque la Virgen y el rosario le ayudaron a abandonar los juegos de ordenador y en su lugar comenzó a hacer parkour –deporte que consiste en superar obstáculos lo más rápido posible, normalmente en ciudades–, se aficionó a la fotografía y volvió a leer.

El don de la adoración y de la vocación de sacerdote

En su parroquia abrieron entonces una capilla de adoración. «Empecé a visitar a Jesús con frecuencia, porque en su presencia me sabía verdaderamente aceptado, amado y perdonado. Con el tiempo descubrí que, sólo poniéndole a Él en el primer lugar de mi vida, podía vivir una existencia que importara». 

Esta decisión le llevó a asistir a Misa entre semana además de seguir rezando el rosario. En aquel momento, quería casarse, pero poco a poco Dios puso en su corazón la idea de que quizás podría ser sacerdote. «Me dio la gracia de confiar en que, lo que Él quisiera para mi vida, me haría feliz, porque Él, como buen Padre, quería que yo fuera feliz. También me dio la certeza de que me mostraría Su voluntad en el momento oportuno».

De viaje por EE. UU.

En 2019 terminó el instituto y aún no sabía muy bien qué hacer con su vida. Decidió tomarse un año sabático para explorar el mundo. Con los Boy Scouts emprendieron un viaje de cinco semanas por Estados Unidos: senderismo y autostop recorriendo Vancouver, Canadá, Los Ángeles… una experiencia muy valiosa, en la que conocieron a fondo el país y a su gente de una manera única. 

Cuenta gracioso Elias Baier que «una vez llegamos a las diez de la noche a un pueblecito de la costa. Todas las tiendas estaban cerradas menos una heladería que con hombre estaba limpiando. Cuando le preguntamos si conocía algún sitio donde pasar la noche, nos ofreció la posibilidad de dormir en la heladería y nos dijo que podíamos comer todo lo que quisiéramos. Os podéis imaginar que no nos lo pensamos dos veces... Conocimos a gente muy amable y acogedora a pesar de ser solo unos desconocidos».

Explorando el mundo, finalmente tomó su decisión

Durante su año sabático, trabajó también como hojalatero en Uruguay, en una misión de la comunidad de la que ahora forma parte: Obra de Jesús Sumo Sacerdote. Y fueron las semanas más hermosas de su vida, a pesar de que sólo podía comunicarse con la gente con las manos, algunas palabras en inglés y un poco de español que le enseñaron. Pero enseguida le hicieron sentir como en casa. 

«Con algunos de los jóvenes hice buenas amistades. Me impresionó su ejemplo de auténtica vida cristiana. De la alegría que contagiaban, de su sencillez, de su fidelidad a ir a Misa todos los días. Pasé mucho tiempo en oración y, después de las primeras semanas, Dios me dio la claridad sobre mi vocación para ser sacerdote. Todas las razones en contra del sacerdocio desaparecieron y quedó el deseo de vivir solo para Dios y que todos entren en el Cielo». 

De regreso a casa unos meses después, en un retiro, decidió hacer un año de discernimiento en la comunidad Obra de Jesús Sumo Sacerdote porque, además, con su familia siempre iban a las reuniones familiares organizadas por esta comunidad. «Al conocerla mejor en Uruguay, me gustó mucho la forma de hacer misión, el espíritu de familia y la espiritualidad de amor íntimo a María y a la Eucaristía».

El camino de los sueños de Elías Baier

El verano antes de entrar en el seminario emprendió una última aventura. Hay una ruta de 600 kilómetros llamada El camino de los sueños, de Múnich a Venecia, que deseaba hacer. Sin demasiada preparación se puso en marcha, la mayor parte del tiempo acompañado por un amigo. Era junio y todavía quedaba mucha nieve en las montañas. Dormían al aire libre en el bosque y cocinaban en un pequeño hornillo de gas.

«Durante esta aventura, experimenté la providencia de Dios. Una vez, por ejemplo, era el día más intenso del viaje, llevábamos ya doce horas de marcha y estaba anocheciendo. Todavía estábamos en la cresta de la montaña, y además empezó a llover. Rezamos para encontrar un techo porque sólo teníamos una lona y nuestros pies ya estaban totalmente mojados. En el mapa había una cabaña indicada, y no demasiado lejos, colina abajo rodeada de pradera. Esperábamos encontrarla abierta, pero obviamente estaba cerrada y ni siquiera había un toldo para protegernos. Pero entonces vimos una pequeña capilla a unos cien metros, que resultó ser sólo una habitación con una cruz. Decidimos pasar allí la noche. Cinco minutos después de llevar allí nuestras cosas, había fuera una niebla tan densa que ya no podíamos ver la cabaña. A la mañana siguiente, toda la pradera de alrededor estaba inundada porque llovió mucho. Quedarnos fuera habría significado despertarnos en un lago. ¡El Padre Celestial cuida de sus hijos!».

Y por fin, ¡Roma!

En septiembre de 2020, entró en el preseminario de la Obra de Jesús Sumo Sacerdote situado a las afueras de Roma. Después de algunos meses ya sabía que quería quedarse. En el seminario son de ocho nacionalidades diferentes, de tres continentes y está muy agradecido de vivir con hermanos tan increíbles. 

«Después de dos años empecé mis estudios de Filosofía en la Universidad Pontificia de la Santa Cruz, y estoy muy agradecido por lo que puedo aprender aquí cada día. No me arrepiento ni un solo día de este camino de formación para ser sacerdote. Dios me ha dado siempre lo que necesitaba. Evidentemente, hay momentos difíciles, pero de repente Dios te toma de nuevo y te llena el corazón de su amor. Por último, quiero agradecer a María que me haya traído hasta aquí, donde estoy ahora; que me haya guiado siempre, que esté siempre cerca de mí y de todos vosotros, queridos amigos y benefactores de la Fundación CARF, que tanto habéis hecho y tanto hacéis para que jóvenes como yo podamos formarnos para ser buenos y santos sacerdotes», concluye feliz y agradecido Elías Baier.


Gerardo Ferrara
Licenciado en Historia y en Ciencias Políticas, especializado en Oriente Medio.
Responsable de alumnado en la Universidad Pontificia de la Santa Cruz de Roma.